lunes, 18 de noviembre de 2013

Mirando sin mirar



Frente al ordenador mirando la pantalla pero sin mirarla… perdida en sus pensamientos y en sus sentimientos. Sentimientos confusos. La inquietud es la más evidente, acompañada de una extraña ansiedad. Una reciente conversación le ha hecho recordad parte de su pasado que creía superado y olvidado. Los miedos y dudas que habían aparecido días atrás muy suavemente en el fondo de sus pensamientos, se han apoderado de su mente. 

Miedo. Miedo a la falsa ilusión. Miedo al rechazo. Miedo al dolor. Miedo a que ocurra una vez más lo que tantas veces ha sucedido en su vida. El miedo lleva consigo la desconfianza, ¿pero de qué? De todo. “¿Será verdad lo que dice?, ¿será realmente así o es todo una fachada?, ¿tiene un interés real o es todo mero teatro?, ¿será todo un juego?, ¿Cómo saber sus intenciones?, ¿Cómo estar segura?, ¿dejarse llevar o no?” mil preguntas sin respuesta.

Su mente se llena de muchos recuerdos dolorosos. Hace un repaso completo a su memoria. Se prometió a si misma dejar el pasado atrás y vivir el presente pero las imágenes aparecen sin poder evitarlo en su mente. Sus ojos se nublan. Una ligera capa de lágrimas inunda sus ojos. No lo puede evitar. Su energía vital se apaga poco a poco sin poder evitarlo.

martes, 5 de noviembre de 2013

Una caja, una vida



Un día cualquiera se propone organizar sus recuerdos. Coge esa caja tan especial que tiene guardada al final del armario. Escondida. Nadie sabe de su existencia. Dentro muchos recuerdos y un pasado algo oscuro pero con matices dorados. La mira con detenimiento, en un principio ni si quiera había pensado en tener un “baúl de los recuerdos” todo había empezado sin darse cuenta, guardando pequeñas cosas que no quería tirar y eran especiales. Piensa que aquellas cosas que en un momento eran únicas y guardaban un gran significado sentimental al final quedaban olvidadas junto con otros muchos momentos, recuerdos, sentimientos. 


Tiene miedo de abrirla, no sabe exactamente lo que se va a encontrar dentro. Intenta recordar la última vez que metió algo pero no consigue encontrar ese momento en su mente. Siente algo de temor, misterio, curiosidad. Decide abrirla sin pensárselo más.  Con los ojos cerrados destapa la caja. Poco a poco los abre. Su corazón se encoge al ver el objeto. Un sobre. No necesita abrirlo para saber lo que dice. Esa notificación la leyó tantas veces en su día que aun ahora, se la sabe de memoria. Un recuerdo desagradable, un momento angustioso, la oscuridad más absoluta durante meses. No quiere enfrentarse de nuevo a esa realidad. 

Decide apartar el sobre y mira debajo. Esta vez el pecho se hincha de aire y en sus ojos aparecen unas pequeñas lágrimas, son lágrimas de un recuerdo feliz. Un gran acontecimiento en su vida que por nada del mundo olvidaría. Un recuerdo feliz aún vivo en su vida y del que se siente muy orgullosa. Acaricia el objeto y cerrando los ojos vuelve en su memoria a revivir ese momento tan especial, el inicio de una vida. Sin poder evitarlo un recuerdo se enlaza con otro como cual fuego se propaga en un campo seco y árido. Son recuerdos felices, angustiosos, tiernos, amargos,… repasa ese archivo hasta que llega al presente y abre los ojos emocionada. 

Detrás, una foto con un sentimiento agridulce. Un bonito momento. La fotografía trasmite amor, cariño, felicidad, emoción… añora esos momentos en los que era tan feliz y se sentía tan llena de vitalidad. Se sentía segura y sabía que siempre tendría en quien apoyarse pero la vida a veces no resulta como uno planea y esa seguridad y confort se había desvanecido demasiado temprano. Mira la carta que ha dejado apartada en un rincón y la pena la vuelve a embargar. Aparta la mirada y deja la foto encima del sobre. 

Sigue mirando en el interior y se da cuenta de lo rápido que pasa el tiempo, como la vida pasa ante los ojos de uno como si este fuera un mero espectador. Ha ido sacando las cosas poco a poco y ha repasado los mejores y peores momentos de su vida. Ha recordado momentos que le habría gustado seguir teniéndolos olvidados y ha rememorado momentos olvidados que no tendría que haber dejado marchar de su memoria.

Se levanta algo aturdida tras ese repaso a su vida y se dirige hacia el espejo de la cómoda de su habitación. Mira su reflejo. Se ve cansada, agotada. La vida le ha pasado factura. Las arrugas de su rostro no mienten. Desde hace mucho tiempo su mirada trasmite una pesadumbre enorme. Se trata de los nubarrones de la tristeza que ocultan la gran vitalidad que una vez hizo brillar aquellos preciosos ojos esmeralda.