domingo, 26 de mayo de 2013

Ilusiones perdidas, esperanzas muertas




Se sentía tonta, ilusa, dolida por pensar que después de tanto tiempo podría sentir algo por ella. Era evidente que la primera vez que se habían visto la atracción mutua era visible. Tras pasar una bonita velada en su compañía y con una charla agradable e interesante no hubo más remedio que despedirse con la promesa de volver a verse pronto. Pero esa promesa no se había cumplido. Por ciertas circunstancias no había habido la oportunidad de volver a verse y después de casi un año de larga agonía, esperanzas e ilusiones, ella se había cansado de esperar. Las ilusiones habían desaparecido para dar paso a una gran desilusión y desmotivación. Los sentimientos eran contradictorios, por un lado, quería creer que planeando de nuevo una escapada para verlo todo saldría bien y al fin podría refugiarse en los brazos de aquel hombre que tanto ansiaba ver. Por otro lado en cambio, la desesperanza no le dejaba mucho margen para los bonitos pensamientos y sueños. Los pensamientos negativos y la propia experiencia le decía que no servía de nada, ni si quiera pensar, que él podría tener las mismas ganas de verla.

La correspondencia entre ambos había sido abundante y constante desde el primer día, pero últimamente ese intercambio se había ido reduciendo y ella no podía dejar de sentir que la distancia ya existente entre ellos se hacía cada vez más palpable. Más real. 

Además siempre estaba la amenaza real de que el pudiera encontrar a otra mujer que ocupara su vida y que ella pasara a ser una simple conocida, la cual si las circunstancias hubieran sido otras a lo mejor hubiera habido una bonita historia de amor entre ellos. Pero en el fondo de su corazón ella misma sabía que era inútil pensar aquello. Todo eso era fruto de su fantasiosa imaginación. Aun así no podía dejar de pensar que ellos se habían coincido por alguna razón. En una fiesta donde hay miles de personas encontrarse y que hubiera una conexión tan profunda no ocurría muy a menudo.  

Había tenido oportunidad de conocer nuevos amores y de hecho lo había intentado con otro hombre pero él no salía de su cabeza. Aun sintiendo algo bonito por ese nuevo amor no podía evitar pensar en él, no podía dejar de comparar las atenciones de uno con los del otro y no podía dejar de pensar en verlo algún día. Por lo tanto por unas cosas y otras ese amor no funcionó. No era el chico apropiado para ella. 

La verdad es que no sabía si una relación con él pudiera funcionar ni si saldría bien pero sentía la imperiosa necesidad de intentarlo. Aunque fuera para sacarse esa espina de su mente y corazón. 

En realidad necesitaba sentirse cerca de ese hombre, dejar de imaginar cómo sería un abrazo y sentirlo. Dejar de imaginar y sentir de verdad, poder oler su perfume, poder saber a qué saben sus besos, poder sentirse segura entre sus brazos, poder acariciar su pelo, su piel,… 

Pero todo eso era antes, ahora la desesperanza, el dolor y un sentimiento de… ilusiones perdidas y esperanzas muertas se empezaban a apoderar de corazón lleno de cicatrices que volvían a abrirse lentamente.

domingo, 19 de mayo de 2013

El poder del miedo


En estos momentos de estudio me ha venido a la cabeza una reflexión que estuvimos hablando mi Nada y yo el jueves. Ya sabéis con tal de no estudiar uno hace de todo. Estuvimos hablando del miedo  a lo desconocido, a los cambios, que nos hacen desperdiciar o no aprovechar las oportunidades que nos ofrece la vida. Mi Nada por ejemplo, se va de ERASMUS un curso entero a Francia, sin saber apenas francés y yo no puedo evitar pensar que es muy valiente por irse un curso entero a estudiar al extranjero, a otro país. Para ella va a ser una experiencia de lo más enriquecedora, va a conocer gente nueva, otro país, otros métodos educativos, otro idioma,… y yo no puedo evitar pensar que si yo estuviera en su lugar no habría aceptado esa oportunidad por el simple hecho de que me da miedo ir a otro país. 

Conozco otro caso en el que un amigo se fue a otro país también por unos meses y aunque no le haya ido muy bien, estoy segura de que ha aprendido mucho aunque él crea que no. Aunque ahora se sienta muy perdido, sé que encontrará su lugar. 

Y aquí estoy yo, con una oferta genial  que consiste en ir a estudiar a otra universidad, al sur concretamente, para terminar la carrera allí, con las optativas que me gustan y orientadas a la especialización que yo quiero y sin saber qué hacer. A la gente que he consultado me dice que me vaya que es una gran oportunidad, y la verdad es que tienen razón (aunque claro ellos lo ven mucho más fácil desde fuera). Esta es una de las oportunidades que me ofrece la vida y que creo que debo aprovechar. Pero sinceramente, lo que más miedo me da no es irme, conocer gente nueva, ir a otra ciudad… sino explicarle todo esto a mi familia. 

Ojala todo fuera tan sencillo como decir “bueno me voy a estudiar lo que quiero a otra ciudad, voy a estar bien. No os preocupéis” pero no. Nada es tan sencillo  nunca, siempre hay que dar mil explicaciones. Es normal que se preocupen por mí y lo entiendo. Pero no sé cómo hacerles entender que es una gran oportunidad. Lo más sencillo seria quedarme en Vitoria, terminar la carrera y hacer un master de lo que a mí me gusta, pero que aburrida seria la vida si siempre eligiéramos lo más sencillo o la más seguro y siendo sincera me gusta complicarme un poco la vida. 

Además nunca he sentido ese sentimiento de pertenecer a este lugar (no sé cómo expresarlo de otra manera) siempre he tenido la sensación de que debo viajar, conocer nuevos lugares, gente, culturas y cuando encuentre mi lugar lo sentiré. Pensareis que eso se puede resolver haciendo turismo pero no es esa inquietud, es un sentimiento diferente. Es algo que sientes en tu interior, de que hay un lugar en algún sitio del mundo del que me sentiré “como en casa”. 

Creo que ese camino en busca de "mi lugar" empieza con esta oportunidad.

lunes, 6 de mayo de 2013

Uno de esos días...




Hoy tengo uno de esos días que lo único que quiero es tumbarme en la cama y que el tiempo pase, que pase todo lo malo que siento en mi interior. Tumbarme y reflexionar. Enfadarme conmigo misma. Enfadarme con el mundo. Enfadarme tanto que llegue al punto de llorar y desahogarme. Si tuviera alguien a mi lado, alguien que me quisiera de verdad, lo único que le pediría es que se tumbara  a mi lado abrazándome, en silencio y que cuando rompiera a llorar que me consolara. Sin preguntas. Sin necesidad de explicaciones, puesto que es uno de esos días en los que ni yo misma sé que me pasa.