Hacia frio, nevaba con bastante
intensidad pero a ella no le importaba, sabía que debía seguir buscando. La
niebla poco a poco se iba espesando y no alcanzaba ver mucho a su alrededor. Estaba
asustada y se culpaba por lo sucedido. Un sentimiento de angustia le llenaba el pecho. Debía encontrarlo pero no
sabía dónde buscar ni como encontrarlo.
Abrigada hasta más no poder avanzaba
por el bosque muy asustada, no sabía el camino de vuelta y la linterna que
llevaba le pesaba cada vez más. La nieve le llegaba hasta la rodilla y le
costaba avanzar. A pesar de ir con gruesos ropajes el frio comenzaba a hacerle
huella y se sentía cada vez más cansada.
La desesperación se estaba
apoderando de ella por lo que comenzó a llamarlo. Desde el principio había sabido
que no iba a ser fácil encontrarlo ya
que por su pelaje era fácil que se camuflara en aquel paisaje tan blanco. A ver
que sus llamadas no causaban efecto alguno desesperada se sentó exhausta en la
nieve y comenzó a llorar.
Después de un rato comenzó a oír
una llamada muy lejana. Era muy suave y parecía estar lejos pero sin duda era
él. Comenzó a llamarlo de nuevo esta vez con esperanza y el sonido fue acercándose
poco a poco hasta que al final la niña pudo ver a su amigo. Con gran alegría y
alivio cogió a su peludo amigo y lo abrazo con cariño y amor. Ya se sentía más
tranquila y aunque no sabía muy bien cómo iba a volver a casa ya había encontrado
a su amigo y estaba feliz por ello. Se prometió a su misma que no dejaría que
su preciado gato blanco se volviera escapar, que lo trataría mejor y le daría una
comida más rica para que la quisiera más.