Érase una vez
una rosa de belleza sin igual, se encontraba en un precioso jardín rodeado de
miles y miles de otras rosas vulgares. Aquella rosa era especial para su
dueña, la cuidaba con un mimo sin igual, todos los días comprobaba que todo
estuviera en perfecto estado y la trataba con un cariño y amor especial, para
ella era la joya de la corona. Esta joya estaba situada en un lugar muy
especial, donde la temperatura y la humedad fueran constantes, donde no le daba
ni poco ni mucho el sol. Estaba estratégicamente colocada para que diera lo máximo
y fuera la mejor de todas y así lo era. Era blanca como la leche, sus pétalos
se abrían perfectamente y ninguna sobresalía de más. El olor era dulce pero
nada empalagoso y su aroma inundaba aquel lugar tan especial. Sencillamente era la rosa más bonita y
perfecta que existía.
Naturalmente aquella
rosa tenía un nombre, la Rosa Nieve. La dueña no dejaba que nadie cuidara de
ella, le tenía demasiado cariño y era muy valiosa como para dejarla en otras
manos. Además sabía que cualquiera no podía cuidar de ella. Como veía pronto el
final de sus días se dispuso a buscar a esa persona tan especial que cuidaría de
la Rosa Nieve en su ausencia. Debía ser alguien con el alma pura y sin maldad
en su mirada, alguien con buenas intenciones. Sabía que le costaría mucho
trabajo encontrar esa persona tan especial, asique se puso manos a la obra.
Pero no le dio
tiempo a escoger ya que sintió la llamada de la Muerte antes de tiempo. Rosa
Nieve era famosa por su belleza y los mayores coleccionistas querían tenerla y
experimentar con ella para sacar alguna rosa igual. Pero no fue así, Rosa Nieve
a medida que pasaba de mano en mano iba perdiendo ese color que la hacía tan
especial, por lo que a cabo de un tiempo perdió todo su valor y su esencia, ya
nadie la quería. No era especial, simplemente una rosa más. Día tras día se iba
oscureciendo hasta que al final la Rosa Nieve se convirtió en Rosa Carbón.
Un día un alama
pura iba caminando por la calle y se encontró a Rosa Carbón. Le pareció la rosa
más bella que había visto jamás, la recogió y se la llevo a su casa. La planto
e intento revivirla. Con mucho esfuerzo consiguió que echara raíces de nuevo y
recuperara su vitalidad. A medida que iba cuidando y mimando a Rosa Carbón,
esta fue recuperándose y curándose de la maldad que había absorbido de esas
malas manos que tanto la habían codiciado. Con el tiempo y poco a poco Rosa Carbón
fue clareando y recupero su verdadera esencia, volvió a ser Rosa Nieve. Su nuevo
dueño supo que esa rosa era especial y la cuido hasta el final de sus días.