Vierto el agua en un vaso, lo
meto al microondas. Tiempo aproximadamente un minuto y medio, saco el sobrecito
y le quito el envoltorio, lo tiro y me apoyo en la encimera a esperar que suene
el timbre. Observo a mi alrededor, todo está limpio, ordenado, como siempre. Suena
el esperado “ding” y con cuidado saco el vaso con el agua casi hirviendo y meto
la bolsita. Tras unos minutos la esencia se ha mezclado con el agua. Le hecho
agua fría y ya está listo para tomar. El olor me trasmite paz y tranquilidad. Con
el primer sorbo mi
cuerpo se relaja y mi mente desconecta. Saboreo ese toque tan suave a menta que contrarresta
el amargo del té. Mientras me tomo mi infusión no pienso en nada concreto y
dejo que mi mente divague y mirando por la ventana, en ocasiones, sueño
despierta. Cuando tengo compañía las charlas sobre la vida llenan mi mente y a
veces me tomo un momento para reflexionar sobre lo hablado. Cuando el brebaje termina
es hora de volver a las obligaciones.
Este es el momento del día que me
dedico a mí, a relajarme y olvidarme de las obligaciones y preocupaciones. Es importante
dedicar un rato del día (o un día la semana o lo que sea la cuestión es
dedicarse el tiempo) a uno mismo para desconectar y mimarse un poco. Cada cual
tiene sus maneras, algunos escuchan música mientras van a casa, otros juegan al
ordenador, leen,… Son estos momentos los
que te ayudan a llevar mejor la rutina. Son las pequeñas cosas y placeres de la
vida, al fin y al cabo esas pequeñeces son lo que le dan vida a nuestra
existencia y nos hace felices. Y yo me pregunto…
¿Hace cuánto que no te tomas ese
tiempo para ti? ¿Cuál es tu manera de desconectar de la rutina? ¿Crees que
dedicas suficiente tiempo a esos pequeños placeres de la vida?