Sabía que debía tomar una decisión.
Debía enfrentar esos sentimientos tan intensos que llevaba ocultando demasiado
tiempo. Su corazón bombeaba más rápido cada vez que sonreía. Su respiración se
aceleraba al encontrarse demasiado cerca. Su perfume despertaba dentro de ella sensaciones
intensas y desconocidas hasta entonces. Cada vez que la tocaba un cosquilleo recorría
su cuerpo y la piel se le erizaba. Se sentía insegura a su lado. Pero a la vez
le trasmitía una confianza y bienestar que no había experimentado nunca. Cualquier
atención por su parte alegraba su corazón. Esa afinidad que tenían de hablar de
cualquier cosa en cualquier momento la hacía sentir especial. Día y noche
soñaba con su compañía, con estar en sus brazos. Poder dar rienda suelta al
amor que sentía por él y poder gritarlo a los cuatro vientos y que él gritara
con ella.
Sabía que nada de lo que soñaba y
deseaba podía ser posible. Había quedado muy claro, hacía tiempo ya, de que
nada ocurriría jamás. Deseaba con todas sus fuerzas que un día despertara y se
diera cuenta de que ella era la mujer que tanto tiempo llevaba buscando, que lo
único que necesitaba era estar con ella y que su corazón le pertenecía. Incluso
rezaba para que eso ocurriera aun no siendo creyente. En lo más profundo de su corazón
ansiaba ser correspondida.
Sabía que si él la rechazaba su
amistad, todo lo vivido juntos, todos los buenos momentos y los malos pasarían a
la historia. Que todo terminaría. Así se lo había dicho desde el principio y
ambos habían aceptado aquella cláusula que rompía esa amistad tan especial.
Tras mucho meditarlo, ese es el
momento. Sabe cómo acercarse lo suficiente para que ocurra. Comienza con unas
cosquillas que en un principio él ignora. Continua molestándolo un poco más
hasta que por fin él reacciona y la tira encima de la cama. Comienza a
responder a sus provocaciones. En un momento las tornas cambian y es ahora
cuando ella está encima. Es el momento. Sus caras demasiado cerca. Lo inmoviliza
un instante el suficiente para que ocurra.
-
Te quiero – dice en un susurro y a continuación
lo besa.
Nota como él sorprendido deja de
forcejear. Una llama esperanzadora comienza a crecer en su interior. En unos segundos
le trasmite todo el amor que lleva tanto tiempo ocultando. Al separarse y abrir
los ojos, lo mirá. Lo nota. Su corazón se marchita. Lágrimas asoman en sus
ojos. Es el fin.
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