En momentos así muchas veces se
preguntaba qué era lo correcto. Acababa de leer un nuevo mensaje, ese mensaje
tan esperado y odiado a la vez. Cada vez que recibía uno, su mundo se
tambaleaba un poco. Algo se removía en su interior. Su mente se dividía en dos:
contestar o no. Si contestaba ¿qué le iba a decir? ¿tenía algo que decir?
¿podía perdonar tan fácilmente?
Mil preguntas, dudas, dolor,
recuerdos... Era una parte de sí. Una parte enterrada hace mucho tiempo, o eso
creía. La primera vez que había recibido su mensaje no podía creerlo. Se había
sentido vulnerable en aquella habitación. El calor había abandonado la estancia
y un pequeño ataque de nervios e histeria había comenzado a invadir su cuerpo.
Ya nada tenía sentido. Decidió investigar y se enteró de cosas un tanto
dolorosas, por lo que su mente y su corazón se habían cerrado a la pequeña
esperanza que había brotado en un primer momento.
Le había costado mucho asumir su
aparición, repentina. Ciertamente con anterioridad había tenido pequeñas noticias
suyas, cada una creando un nuevo vacío. En cierto modo, le había ahorrado un
gran trabajo de búsqueda. Búsqueda que iba a ser realizada cuando se sintiera
preparada. Pero la vida había dado un giro.
Un mensaje más en la bandeja de
entrada. ¿Qué podía hacer? Se sentía muy sola y vulnerable ante esa situación.
La única manera de protegerse que tenía era ignorando aquellos mensajes. Era
una medida que había funcionado hasta ese momento, pero en su interior sabía
que debía tomar otro camino, que esa actitud no era la acertada. No hacía más
que evitar el problema.
Respiró hondo y escribió esas
palabras que tanto le contaban, las lágrimas resbalaban por su rostro y esa
herida tantas veces cicatrizada se abría lentamente causándole el mayor dolor
que había sentido jamás...
"Hola papá"
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