Se sentía tonta, ilusa, dolida
por pensar que después de tanto tiempo podría sentir algo por ella. Era evidente
que la primera vez que se habían visto la atracción mutua era visible. Tras pasar
una bonita velada en su compañía y con una charla agradable e interesante no
hubo más remedio que despedirse con la promesa de volver a verse pronto. Pero esa
promesa no se había cumplido. Por ciertas circunstancias no había habido la
oportunidad de volver a verse y después de casi un año de larga agonía,
esperanzas e ilusiones, ella se había cansado de esperar. Las ilusiones habían desaparecido
para dar paso a una gran desilusión y desmotivación. Los sentimientos eran
contradictorios, por un lado, quería creer que planeando de nuevo una escapada
para verlo todo saldría bien y al fin podría refugiarse en los brazos de aquel
hombre que tanto ansiaba ver. Por otro lado en cambio, la desesperanza no le
dejaba mucho margen para los bonitos pensamientos y sueños. Los pensamientos
negativos y la propia experiencia le decía que no servía de nada, ni si quiera
pensar, que él podría tener las mismas ganas de verla.
La correspondencia entre ambos había
sido abundante y constante desde el primer día, pero últimamente ese
intercambio se había ido reduciendo y ella no podía dejar de sentir que la
distancia ya existente entre ellos se hacía cada vez más palpable. Más real.
Además siempre estaba la amenaza
real de que el pudiera encontrar a otra mujer que ocupara su vida y que ella
pasara a ser una simple conocida, la cual si las circunstancias hubieran sido
otras a lo mejor hubiera habido una bonita historia de amor entre ellos. Pero en
el fondo de su corazón ella misma sabía que era inútil pensar aquello. Todo eso
era fruto de su fantasiosa imaginación. Aun así no podía dejar de pensar que
ellos se habían coincido por alguna razón. En una fiesta donde hay miles de
personas encontrarse y que hubiera una conexión tan profunda no ocurría muy a menudo.
Había tenido oportunidad de
conocer nuevos amores y de hecho lo había intentado con otro hombre pero él no salía
de su cabeza. Aun sintiendo algo bonito por ese nuevo amor no podía evitar
pensar en él, no podía dejar de comparar las atenciones de uno con los del otro
y no podía dejar de pensar en verlo algún día. Por lo tanto por unas cosas y
otras ese amor no funcionó. No era el chico apropiado para ella.
La verdad es que no sabía si una relación
con él pudiera funcionar ni si saldría bien pero sentía la imperiosa necesidad
de intentarlo. Aunque fuera para sacarse esa espina de su mente y corazón.
En realidad necesitaba sentirse
cerca de ese hombre, dejar de imaginar cómo sería un abrazo y sentirlo. Dejar de
imaginar y sentir de verdad, poder oler su perfume, poder saber a qué saben sus
besos, poder sentirse segura entre sus brazos, poder acariciar su pelo, su
piel,…
Pero todo eso era antes, ahora la
desesperanza, el dolor y un sentimiento de… ilusiones perdidas y esperanzas
muertas se empezaban a apoderar de corazón lleno de cicatrices que volvían a
abrirse lentamente.
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