viernes, 31 de enero de 2014

¿Sueño o realidad?

Como cada noche Sara se acostó en su enorme cama, fría y vacía. Se sintió sola y confundida. En las últimas semanas habían ocurrido muchas cosas, demasiadas. Teresa se había ofrecido a quedarse con ella pero necesitaba estar sola para pensar y reflexionar. Tras la vuelta de Italia nada había sido lo mismo. Cuando tomó la decisión de quedarse con Manuel y evitar así un desastre familiar no pensó que las cosas cambiarían tanto. Esas últimas semanas aunque la relación entre ellos había progresado y mejorado, no se sentía bien. Patrizzio la ignoraba aun cuando habían quedado en ser buenos amigos y tenía la sospecha de que Manuel estaba detrás de aquella actitud.

Teresa intentaba apoyarla en todo lo que podía pero al no contarle que había pasado en Italia poco podía hacer, tan solo apoyar a su amiga e intentar animarla. Sabía que aunque Sara se esforzara por parecer feliz y contenta pero la notaba ausente y triste.

Sara acomodó los cojines y la almohada para estar cómoda y poder dormir a gusto. Hacía días que una pesadilla la rondaba y todas las noches se despertaba confundida y llorando. Esa noche había decidido tomarse una infusión para poder descansar. Tenía la intención de quedar profundamente dormida y esperaba con todas sus fuerzas no tener la misma pesadilla. La infusión comenzaba a hacer efecto por lo que apagó la luz y se arropó.

Abrió los ojos lentamente, los sentía pesados y le dolía la cabeza, tenía la visión algo borrosa por lo que parpadeo varias veces. Se encontraba en su habitación pero algo no estaba bien. Llamo a su padre pero este no apareció. “Qué raro normalmente cuando le llamo suele venir como alma que lleva el diablo… tendré que levantarme a mirar a ver si está bien”.

De un salto salió de la cama y camino hacia la puerta pero de repente se detuvo. Hacía más frío de lo  normal. Se acercó al armario para coger una bata y en ese mismo instante entro Patrizzio. Se volvió para decirle a ver que hacia ahí pero este sin darle tiempo a nada la besó. Ella sorprendida intentó apartarse pero no había manera, la tenía bien sujeta y no podía separarse. Al fin la soltó y esta mediante un empujón lo lanzó lejos de ella.

-          Pero, ¿qué diablos te pasa? ¿estás loco? ¿a qué narices ha venido eso?  ¿cómo has entrado en mi casa?
-          Nada de eso importa Sara. Por fin podemos estar juntos…
-          Pero, ¿Qué dices? Si me has estado ignorando todas estas semanas
-          ¿Yo? Que bah si has sido tú. Anda ven aquí que estas deseando estar conmigo.
-          ¿Cómo te atreves? ¡Estoy saliendo con tu hermano!

En ese instante entró Manuel por la puerta. Ambos se volvieron asombrados. Manuel miró primero a Patrizzio y después a Sara, sin decir palabra agarro a su hermano y lo saco fuera de la habitación. Sara estaba paralizada y sin saber qué hacer. Escuchaba gritos y alguna que otra palabra incomprensible. No entendía que estaba pasando pero se sentía superada. Sin darse cuenta se había sentado en el suelo y tenía la mirada perdida en el horizonte. No se dio cuenta que Manuel había entrado y se había sentado a su lado.

-          Sara… - le rozo el brazo pero no reaccionó por lo que probó de nuevo-  Sara, ¿estás bien?

Lo miro aun con la mirada perdida y asintió despacio. Cuando centro la mirada en aquellos ojos que la miraban no pudo reprimir un llanto y se tapó la cara con las manos.

-          Vamos Sara, metete de nuevo en la cama y procura dormir

Dijo al mismo tiempo que la ayudaba a levantarse. Sara en una especie de estado de trance se metió en la cama aun llorando y no pudo evitar echar un vistazo hacia la puerta. Se encontró con la mirada dolida de Manuel y tras verificar desde la lejanía que se encontraba bien, éste cerró la puerta dejando a Sara sola de nuevo con sus pensamientos y sus sentimientos aún más confundidos. Cerró los ojos de nuevo y cayó en un profundo sueño.

Cuando volvió a abrir los ojos se sentía exhausta y soñolienta. Tras incorporarse de repente recordó lo que había sucedido anoche. No veía su bata por ninguna parte y tampoco nada diferente. Se levantó y tras prepararse bajó a la cocina y allí se encontró con su padre. Le pregunto a qué hora había venido anoche y este le dijo que de madrugada y que se había cruzado con el coche de Manuel de camino a casa.

“¿Es posible que lo que paso anoche no fuera un sueño?” Pronto lo descubriría.

miércoles, 29 de enero de 2014

El lago de las lamentaciones

Hacía tiempo que las cosas no iban bien en su vida pero ella se empeñaba en seguir adelante. Seguir por el camino equivocado y tropezarse con piedras cada vez más abundantes en el camino. En un principio las piedras con las que tropezaba eran grandes pero distantes. Ahora eran más pequeñas, afiladas y cada vez más constantes. Caída tras caída se sentía magullada y dolorida pero se empeñaba en andar hacia adelante aun a sabiendas que en esa dirección no llegaría a ninguna parte. Tras el último traspiés se queda más tiempo de lo debido en el suelo. Esperando que el dolor se pase para poder seguir caminando.

Los días pasan y tras varias noches algo frías no consigue levantarse. Ha reflexionado bajo las estrellas acompañada por una luna algo distante y ausente. Quiere volver. Quiere dar la vuelta y buscar el lugar en el que se equivocó. Primero debe curarse las heridas y descansar para que su cuerpo se recupere de los moratones y arañazos.

No tiene con que curarse y tampoco a quien pedirle ayuda. Tiene que buscar un lugar seguro para pasar los días que tarde en reponerse. Tiene la esperanza de que las viejas heridas, casi cicatrizadas, reabiertas no se infecten. Consigue incorporarse y mirar a su alrededor para buscar un lugar seguro, pero no ve nada. De repente el día se ha vuelto la noche. El suelo firme en barro y las piedras en charcos. Intenta levantarse a ciegas pero no lo consigue. Cada vez que se mueve el barro la atrapa un poco más, la lleva hacia lo hondo. La desesperación se adueña de su cuerpo y el pánico nubla la razón. Intenta sacar las piernas del fango pero no es posible está atrapada en una especie de arenas movedizas. Atrapada y sin poder salir intenta liberarse sin darse cuenta de que cada vez está más hundida y con el agua al cuello.

Agua. En su estado de pánico  no se ha dado cuenta que el barro se ha transformado en agua. Puede liberarse. No. Algo la agarra del tobillo intentando llevarla al fondo. Intenta deshacerse de esa cosa nadando, pateando. Las heridas le escuecen y las magulladuras duelen demasiado por lo que se rinde y deja que la lleve al fondo.


Tras unos momentos de terror al no poder respirar y tras ver su vida pasar deja de luchar. Se rinde. Cuando está a punto de perder el conocimiento un rayo de luz la rodea y la saca de lo más profundo del lago. Del lago de las lamentaciones. 

martes, 21 de enero de 2014

Oscuridad o luz

Últimamente me siento un poco pérdida y molesta con lo que sucede a  mi alrededor. No llego a comprender porque las cosas cambian tan deprisa ni cuál es el factor que hace que todo ocurra tan bruscamente. Muchas veces tengo la sensación de estar en el ojo del huracán y veo pasar los acontecimientos, las personas, las cosas alrededor de mí si ningún orden aparente.

La gente avanza y yo me quedo atrás. Corro para alcanzarles pero mis piernas no corren lo suficiente. Cuando estoy a punto de alcanzarles me canso y debo descansar para no desfallecer y les pierdo la pista.

Bajo por un precipicio con cuidado, buscando salientes seguros para seguir  descendiendo. Voy con cuidado pues las alturas me provocan pavor y siento que mi cuerpo se siente atraído hacia el suelo, hacia el fondo. No me puedo permitir caer. Elijo un camino que parece seguro y hay bastantes salientes por los que seguir, hasta que llego más o menos a la mitad y veo que he elegido el camino equivocado. Los salientes se terminan y a mi derecha veo el camino correcto, lleno de relieves con forma de escalera que no supone peligro alguno bajar por ellos.

Voy caminando por la calle y me encuentro a mis amigas, charlamos y nos lo pasamos bien pero llegado un momento me tengo que ir a hacer algo y les prometo que volveré. Me marcho y al volver no hay nadie. La gente ha desaparecido y estoy sola en medio de la calle.

Son sueños pero inquietantes. Ese tipo de sueños me alertan de que algo no va bien en mi vida. Me vuelvo a sentir atrapada y sin rumbo. Perdida en mi propia vida. He dejado de tener las riendas de mi futuro y me dejo llevar, pero ¿por qué o por quién? Ese es un misterio. Mis piernas caminan sin rumbo fijo y muchas veces dando vueltas. Dando vueltas a lo mismo, una y otra vez, sin parar hasta que me mareo y me detengo. Estoy tan mareada y desorientada que no sé porque camino seguir. Avanzo con cuidado haciendo eses o zetas no estoy muy segura. El miedo y la inseguridad me atrapan y me llevan a otra dimensión más oscura.


Esta dimensión todo es lo que no es y lo que parece que no es lo es. Confuso ¿verdad? Mitad oscuridad y mitad luz. En la oscuridad no consigo ver nada puesto que no hay una mísera luz y en el lado de la luz no consigo ver nada puesto que esta me deslumbra. Camino en borde de ambas realidades mirando al suelo. No tengo ni una linterna ni gafas de sol. ¿Dónde las puedo conseguir? Sigo avanzando despacio. Algo me tira hacia la luz. Intento taparme los ojos a modo de visera para ver qué o quién es. No consigo ver nada. No estoy muy segura de si debo dejarme llevar por ese ser que me tira hacia la luz cegadora. No. Mejor me quedo donde estoy. Sigo avanzando con más atención hasta que noto que otro ser me tira de nuevo, pero esta vez hacia la oscuridad. Tengo miedo a la oscuridad por lo que me resisto con todo mi ser y comienzo a correr hacia delante. Corro con todas mis fuerzas hasta que me doy cuenta de que el camino de ambos lados se vuelve cada vez más difuso y llegado a un punto no tengo más remedio que elegir. ¿Qué lado he de elegir, la oscuridad más terrorífica que he visto nunca o la luz deslumbrante la cual me podría dejar ciega?

miércoles, 15 de enero de 2014

La misma historia de siempre


Se sentía exhausta, los acontecimientos de los últimos días habían hecho que se sintiera física y emocionalmente cansada. Agotada. La cabeza le daba vueltas y su estómago se negaba a digerir alimento alguno. La historia se volvía a repetir y no se sentía con fuerzas para afrontarla de nuevo. Intentaba distraerse para no pensar demasiado en ello pero en la soledad de su habitación las lágrimas corrían pos sus mejillas sin poder controlarlo. Intentaba hablar con gente para no sentirse tan sola y así conseguir animarse un poco. Entre lágrima y lágrima aparecía un amago de sonrisa ante los intentos de sus amigos de animarla pero no era suficiente.

Incertidumbre, esperanza, desesperanza, pensamientos positivos y negativos, dolor, ilusión, fuerza y debilidad, frustración,… sus emociones eran una montaña rusa. En su interior la oscuridad luchaba contra la luz y los recuerdos con los nuevos proyectos. Su mente le decía que olvidara y su corazón que esperara. Su sonrisa daba esperanza y las lágrimas la borraban. La única solución para todo ello era dormir. Durmiendo no sentiría nada pero aun en sueños lloraba.

Lloraba por ella misma, el dolor era soportable pero la principal razón de sus lágrimas era su propia persona. La gente que la conocía decía que era una persona maravillosa, buena y una gran persona pero eso no la reconfortaba. Ella sentía que siempre daba lo mejor de ella a la gente y se esforzaba al máximo en las relaciones, ya fuera de amistad o de pareja, y no se sentía correspondida. Se sentía vulnerable y un peón en su propio cuento.

La lectura era su único consuelo, la abstraía de su desdicha y la sumergía en un mundo ideal. Un mundo en el que todo es posible y las historias acaban siempre bien y siempre había esperanza. Donde la verdad prevalecía y los malos acababan siendo castigados. Donde el amor vencía todos los obstáculos.  

lunes, 6 de enero de 2014

Es nuestro momento

Me da rabia pensar que a mis 21 años me estoy comportando como una persona de 30. He dejado de disfrutar de lo que de verdad me gusta, he dejado que se apague mi espíritu juvenil y me he vuelto una persona demasiado responsable en todos los ámbitos. No digo que ahora tenga que desmelenarme y no ser responsable sino que estaría bien hacer más locuras, divertirme de verdad, dejarme llevar más por mis impulsos. Creo que me he vuelto una persona aburrida y eso no puedo permitirlo. Me he dejado llevar demasiado tiempo por una actitud “abuelil” que me rodea de hace algún tiempo. Si es que me he dado cuenta que mi madre tiene más espíritu festivo que mis amistades.

Creo que es ahora el momento en el que los jóvenes tenemos que vivir la vida, salir por ahí, divertirnos, salir de fiesta, hacer locuras, experimentar, reírnos de la vida y disfrutar de lo que nos ofrece este mundo. Ya habrá tiempo de asentar la cabeza y volvernos en cierto modo "aburridos", anclados en la rutina de la vida.


A lo mejor es que a mí me gusta demasiado la fiesta pero echo de menos salir con mis amigas como lo hacíamos un par de años, ir al puerto a litrar porque no había dinero para ir de copas. Aunque en invierno pasáramos un poco de frio, recuerdo esos momentos como divertidos, hablábamos de todo un poco, nos reíamos, jugábamos a juegos,… no sé, a mí me gustaba el ambiente que teníamos. Después íbamos por lo viejo un rato a los bares y acabamos en la discoteca dándolo todo. Echo de menos volver medio muerta de sueño a casa a las 8 de la mañana y ver amanecer.

Sí la verdad es que eran buenos tiempos. Estaría bien repetirlo de vez en cuando, tampoco me gustaría volverlo en rutina pero una vez al mes sí que me gustaría hacerlo. Darlo todo en las tarimas y reírnos a más no poder. Levantarnos al día siguiente con agujetas de todo lo que bailamos y recordar  las formas de cómo nos librábamos de los moscones…

Los que estáis leyendo esto y, sobre todo, amigas mías es nuestro momento de disfrutar de verdad de todas esas cosas y más. Debemos hacer locuras y vivir aventuras para después tener buenos momentos que recordar cuando seamos más mayores. Tenemos la obligación de divertirnos y dejarnos llevar por el ambiente festivo. Experimentar cosas nuevas y ver a donde nos llevan nuestros locos impulsos. 

https://www.youtube.com/watch?v=383F4SefKS4

viernes, 3 de enero de 2014

quien era y en quien me convertido

Meditando sobre las fuentes de mis inseguridades y de esta inestabilidad emocional que me rodea desde hace unos cuantos años he encontrado el punto de inflexión que me hizo cambiar, que me hizo ser la persona insegura, con poca autoestima que soy ahora. Los que me conocen de hace tiempo quizás se hayan dado cuenta de mi cambio, aunque a estas alturas dudo mucho que se acuerden de la Maialen de hace unos 3 años más o menos.

Esa Maialen era una chica fuerte, segura y feliz. Aunque de pequeña fui tímida, sensible y frágil me hice más dura con el tiempo, aprendí a valorarme y a ser espontánea y natural. Recuerdo aquellos años como de los mejores, aunque las cosas no iban tan bien como me habría gustado era feliz a pesar de todo y el muro que había construido a mi alrededor me protegía de aquello que no tenía importancia. Todo iba bien hasta que cierta persona se cruzó en mi camino y hecho por tierra todos esos años de trabajo construyendo esa gran muralla.

Llego como un terremoto en un principio haciendo temblar los cimientos, después como una gran tormenta torrencial fue entrando por las ranuras y grietas que había dejado ese terremoto. Después llego una pequeña glaciación, el agua de las grietas dilató y el muro se vino abajo. Fue algo parecido la caja de pandora. Ese muro albergaba en su interior muchos sentimientos reprimidos y me dejo vulnerable ante los nuevos ataques. 

Desde entonces no he sido la misma. Aunque he intentado construir un nuevo muro nunca ha sido tan sólido y grueso como aquel, como el gran muro. Los posteriores han sido murallas construidas encima del barro y como todos sabemos eso no dura ni un telediario.

La verdad es que odio en la persona en la que me he convertido. Odio ser tan sensible, tan “dañable”. Me he vuelto miedosa, insegura, frágil emocionalmente, desconfiada, mal pensada, dependiente,… la sonrisa que tenía entonces no ha vuelto a mi rostro. Aunque intento ser positiva y secar el terreno para construir poco a poco unos nuevos cimientos más sólidos y seguros no soy capaz. Me siento cansada y sin energías. Me he rendido. Es triste pero es así. Algo que nunca debí hacer y hace bastante tiempo que me rendí.

No he dejado de construir frágiles muros a mí alrededor, son muros de adobe pues ¿para que molestarme en poner un buen muro de piedra si en el próximo vendaval me lo va a derrumbar? Hay momentos en los que me siento positiva y creo que me voy a comer el mundo pero una pequeña alarma se enciende en mi cerebro y me comunica que un guerrero no debe ir sin armadura ni escudo al campo de batalla.

Sé que debo encontrar dentro de mi esa fuerza y vitalidad para secar el terreno y construir un nuevo muro pero esta vez de hormigón. Pero de momento me tendré que conformar con que sea un muro de yeso.