miércoles, 29 de enero de 2014

El lago de las lamentaciones

Hacía tiempo que las cosas no iban bien en su vida pero ella se empeñaba en seguir adelante. Seguir por el camino equivocado y tropezarse con piedras cada vez más abundantes en el camino. En un principio las piedras con las que tropezaba eran grandes pero distantes. Ahora eran más pequeñas, afiladas y cada vez más constantes. Caída tras caída se sentía magullada y dolorida pero se empeñaba en andar hacia adelante aun a sabiendas que en esa dirección no llegaría a ninguna parte. Tras el último traspiés se queda más tiempo de lo debido en el suelo. Esperando que el dolor se pase para poder seguir caminando.

Los días pasan y tras varias noches algo frías no consigue levantarse. Ha reflexionado bajo las estrellas acompañada por una luna algo distante y ausente. Quiere volver. Quiere dar la vuelta y buscar el lugar en el que se equivocó. Primero debe curarse las heridas y descansar para que su cuerpo se recupere de los moratones y arañazos.

No tiene con que curarse y tampoco a quien pedirle ayuda. Tiene que buscar un lugar seguro para pasar los días que tarde en reponerse. Tiene la esperanza de que las viejas heridas, casi cicatrizadas, reabiertas no se infecten. Consigue incorporarse y mirar a su alrededor para buscar un lugar seguro, pero no ve nada. De repente el día se ha vuelto la noche. El suelo firme en barro y las piedras en charcos. Intenta levantarse a ciegas pero no lo consigue. Cada vez que se mueve el barro la atrapa un poco más, la lleva hacia lo hondo. La desesperación se adueña de su cuerpo y el pánico nubla la razón. Intenta sacar las piernas del fango pero no es posible está atrapada en una especie de arenas movedizas. Atrapada y sin poder salir intenta liberarse sin darse cuenta de que cada vez está más hundida y con el agua al cuello.

Agua. En su estado de pánico  no se ha dado cuenta que el barro se ha transformado en agua. Puede liberarse. No. Algo la agarra del tobillo intentando llevarla al fondo. Intenta deshacerse de esa cosa nadando, pateando. Las heridas le escuecen y las magulladuras duelen demasiado por lo que se rinde y deja que la lleve al fondo.


Tras unos momentos de terror al no poder respirar y tras ver su vida pasar deja de luchar. Se rinde. Cuando está a punto de perder el conocimiento un rayo de luz la rodea y la saca de lo más profundo del lago. Del lago de las lamentaciones. 

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