miércoles, 15 de enero de 2014

La misma historia de siempre


Se sentía exhausta, los acontecimientos de los últimos días habían hecho que se sintiera física y emocionalmente cansada. Agotada. La cabeza le daba vueltas y su estómago se negaba a digerir alimento alguno. La historia se volvía a repetir y no se sentía con fuerzas para afrontarla de nuevo. Intentaba distraerse para no pensar demasiado en ello pero en la soledad de su habitación las lágrimas corrían pos sus mejillas sin poder controlarlo. Intentaba hablar con gente para no sentirse tan sola y así conseguir animarse un poco. Entre lágrima y lágrima aparecía un amago de sonrisa ante los intentos de sus amigos de animarla pero no era suficiente.

Incertidumbre, esperanza, desesperanza, pensamientos positivos y negativos, dolor, ilusión, fuerza y debilidad, frustración,… sus emociones eran una montaña rusa. En su interior la oscuridad luchaba contra la luz y los recuerdos con los nuevos proyectos. Su mente le decía que olvidara y su corazón que esperara. Su sonrisa daba esperanza y las lágrimas la borraban. La única solución para todo ello era dormir. Durmiendo no sentiría nada pero aun en sueños lloraba.

Lloraba por ella misma, el dolor era soportable pero la principal razón de sus lágrimas era su propia persona. La gente que la conocía decía que era una persona maravillosa, buena y una gran persona pero eso no la reconfortaba. Ella sentía que siempre daba lo mejor de ella a la gente y se esforzaba al máximo en las relaciones, ya fuera de amistad o de pareja, y no se sentía correspondida. Se sentía vulnerable y un peón en su propio cuento.

La lectura era su único consuelo, la abstraía de su desdicha y la sumergía en un mundo ideal. Un mundo en el que todo es posible y las historias acaban siempre bien y siempre había esperanza. Donde la verdad prevalecía y los malos acababan siendo castigados. Donde el amor vencía todos los obstáculos.  

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